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El concepto de Sustentabilidad ha sido utilizado desde hace años como respuesta a una consciencia sobre las consecuencias de la intervención humana en el planeta y una intención de tomar acciones para el cuidado del mismo, implementando políticas y protocolos para sensibilizar a la sociedad.
La base de la sustentabilidad radica en una intención de cuidar la naturaleza, y preservarla adecuadamente para generaciones futuras. Sin embargo, con miras a preservar la armonía y bienestar del planeta también es necesario pensar en el cuidado de las personas, en su salud y calidad de vida, lo que podría entenderse como “sustentabilidad humana”. Particularmente, la Ergonomía, también conocida como Factores Humanos, ofrece un enfoque, trabajo y conocimientos que buscan hacerse cargo del desafío de resguardar el bienestar de las personas durante el transcurso de la vida. De acuerdo a la IEA (International Ergonomics Society), la Ergonomía se define como la disciplina científica que concierne a la comprensión de las interacciones entre humanos y otros elementos de un sistema, y la profesión que aplica teoría, principios, datos y métodos para diseñar con el objetivo de optimizar el bienestar humano y el desempeño de los sistemas. En otras palabras, la Ergonomía ayuda a armonizar la interacción entre las personas y el entorno, considerando las capacidades y limitaciones humanas.
El objetivo es ambicioso, y es por ello que la Ergonomía es una disciplina inherentemente interdisciplinaria. Se requiere de un cuerpo de conocimientos diverso para abordar el desafío de ajustar los sistemas y entornos a las características humanas. En este conjunto, ciertamente se considera un equipo disciplinar capaz de entregar conocimiento científico sobre las capacidades y limitaciones humanas en términos musculoesqueléticos, fisiológicos, antropométricos, cognitivos y perceptuales, así como también se requiere el aporte de las disciplinas del “hacer” para crear entornos saludables (diseño, arquitectura, ingeniería).
Uno de los contextos relevantes donde se ha aplicado esta aproximación, es en el entorno del trabajo. La razón es simple. El espacio laboral no es solo un espacio que permite a las personas desarrollarse y ganar el sustento, sino que también es el espacio donde gran parte de la población adulta pasa la mayor parte de su vida. Estamos hablando de 8 horas diarias, 5 días a la semana, durante tal vez la mitad de nuestras vidas. Como consecuencia, es en este contexto donde las personas suelen desarrollar enfermedades o lesiones al verse expuestos repetitivamente a condiciones del entorno que les son adversas. La sobrecarga a nivel físico y exposición a condiciones ambientales adversas en la industria son ejemplos de ello, así como la sobrecarga a nivel mental generada por la presión del tiempo y las exigencias tanto a nivel mental como emocional, que han llevado a un aumento de licencias por estrés y depresión en el trabajo. Incluso el sedentarismo en el trabajo conlleva un impacto en la salud y calidad de vida de las personas.
Siendo esta la realidad, ¿estamos hoy realmente cuidando de las personas?, ¿qué están haciendo las empresas por resguardar la salud y la calidad de vida de su equipo humano? Si bien la Ergonomía se ha aplicado en el contexto laboral con resultados satisfactorios, aún queda mucho por hacer, comenzando por concientizar a la población sobre la importancia de los espacios de trabajo saludables, el impacto que el trabajo saludable tiene en la productividad, y el aporte que la Ergonomía puede entregar a través de su visión holística de la experiencia humana.
Begoña Juliá Nehme
Diseñadora UC
Magister en Ergonomía U. Politécnica de Cataluña
Candidata a doctora en Psicología UC