Inversiones con una rentabilidad de 18 a 20%, lideradas por hombres que basaron sus méritos en supuestos sacrificios y privaciones, generaron respeto y admiración en un país en el que los self made man no abundan. La posibilidad de doblarle la mano al sistema financiero, a pesar de las aprehensiones de las instituciones bancarias y las entidades regulatorias, fue una tentación que a pocos, dejó indiferente. Sobre todo, si la única condición para participar de estos negocios, era depositar confianza e ingresos en manos expertas.
Bajo esta perspectiva, Alberto Chang y Rafael Garay representaron una suerte de alternativa al sistema. Canalizando los anhelos de personas con pocos y muchos recursos, encarnaron la ilusión de aumentar su capital a bajos costos y en el corto plazo.
Pero no todo lo que brilla es oro ni se transformará en oro.
• Menos, si se construye sobre una mentira.
• Menos, si no hay esfuerzo de por medio.
• Menos, si no se proyecta en el largo plazo.
Figuras como Chang y Garay evocan la importancia del trabajo bien hecho, basado en la transparencia y la confianza, con proyecciones de largo plazo, compromiso y responsabilidad; sin quererlo, ambos han reivindicado el sentido de la noción de sostenibilidad.