El segundo sábado de mayo, hace ya muchos años, se ha posicionado a nivel mundial como el Día del Comercio Justo. Pequeños productores, cooperativas agrícolas, emprendimientos de artesanos, tiendas y organizaciones de comercio justo, ciudades, universidades y colegios, lo celebran junto con millones de activistas que hicieron de una utopía una realidad en crecimiento.
A pesar de que sea complicado cuantificar cuántas transacciones en el mundo se hagan bajo uno de los diferentes esquemas de comercio justo (local o internacional, certificado o no, entre otros), no hay duda que este movimiento socio-económico global ha logrado cautivar la atención de muchos. Desde sus primeras experiencias, en la segunda post-guerra, muchos otros movimientos han aprendido de sus experiencias y errores, para surgir y establecerse con otros enfoques, marcando hoy tendencia, o moda.
Las mismas empresas transnacionales, que durante muchos años han comprado materias primas certificadas en comercio justo, para después procesarlas y venderlas como productos terminados, hoy construyen sus estándares de producción y comercialización sostenible y logran posicionarse a partir de su poder y control en las cadenas de suministro globales. Con dos grandes diferencias: por un lado, los pequeños productores pierden su participación en los procesos de creación de los estándares, así como sus opciones de establecer de forma democrática cómo invertir el premio social derivado de sus ventas. Por el otro, las empresas se convierten en juez y parte, estableciendo los estándares y auditando su cumplimiento por parte de los productores.
Sin embargo, el movimiento global del comercio justo y solidario sigue vivo. A pesar de sus contrastes internos, y las visiones muy distintas que se mantienen entre el Sur y el Norte, existen principios fundamentales que en este día vale la pena volver a subrayar: una economía al servicio de las personas, buscando mantener un equilibrio dentro de la naturaleza y promoviendo patrones de consumo más responsables; la dignificación del trabajo (en concreto a través de un precio de compra más justo) de los eslabones menos favorecidos dentro de las cadenas comerciales: agricultores a pequeña escala y artesanos con sus microempresas familiares.
En esta contingencia de pandemia global, además, el Día Internacional del Comercio Justo es la ocasión para celebrar los esfuerzos de todos aquellos pequeños productores, artesanos y trabajadores que, con sus esfuerzos diarios, nos permiten seguir comiendo y abrigarnos. Sin embargo, también nos brinda la oportunidad de repensar la sostenibilidad de las cadenas de suministro globales: equilibrar los poderes y oportunidades en su interior es fundamental si no queremos seguir profundizando explotación, desigualdad y depredación ambiental.
Por Marco Coscione