Ha pasado un poco más de un año desde que publicamos una columna sobre la compleja situación hídrica de Chile, sugiriendo que es fundamental contar con un trabajo articulado entre empresas y comunidades, con una mirada conjunta a nivel de cuencas o zonas delimitadas.
Si bien el año 2020 fue más lluvioso que los anteriores -lo cual aparejó significativas consecuencias para la agricultura- seguimos en una situación compleja. Estrés hídrico, déficit relevante en embalses y, sobre todo, una escasa proyección para abordar este fenómeno de manera articulada.
Según el Informe Semanal HidroMeteorológico de la Dirección General de Aguas (DGA) del 8 de marzo de 2021, en comparación con los promedios históricos de marzo, el déficit del volumen de agua acumulado en embalses fue de: -26,8% para los dedicados exclusivamente al riego, -28,6% en los de Agua Potable, -45,5% para los de Generación (energía eléctrica) y -65,4% en aquellos destinados a Riego y Generación.
Los datos no son alentadores. Si sumamos a este análisis el último Balance Hídrico entregado por la DGA en enero 2021, se proyecta para el periodo 2030-2060 una disminución de la disponibilidad hídrica en la zona norte y centro de Chile por sobre el 50%.
¿Qué nos muestran las cifras?
Nos encontramos en una situación muy compleja, donde adaptarse a este entorno y generar estrategias para una mirada sostenible y de largo plazo es fundamental.
El cambio climático se manifiesta con la disminución de lluvia y disponibilidad de agua, pero a este fenomeno se suman otros factores. Cerca del 40% de los problemas del manejo sostenible de cuencas tiene su origen en la gestión del recurso y la falta de información de los actores para tomar decisiones de protección y cuidado, siendo únicamente un 12% atribuible a la disminución de precipitaciones de agua y nieve (Escenarios Hídricos 2030 Fundación Chile).
¿Cuál es el desafío?
Sería injusto no reconocer y alentar las diversas iniciativas que se han impulsado para el resguardo del agua en nuestro país, en las cuales participan organismos del Estado, privados y organizaciones de la sociedad civil. En esta línea es posible identificar esfuerzos interesantes como la iniciativa de la ONU y el municipio de Renca para el desarrollo de áreas verdes rescilientes a la escasez de agua de manera participativa.
No obstante, el desafío persiste e irá en aumento. A nuestro juicio incorporar una mirada territorial, articulada, con entrega de información a la ciudadanía y abriendo espacios de colaboración es fundamental para el éxito de cualquier iniciativa. La buena noticia es que para profundizar este camino, tenemos bastante avanzado con orgnizaciones comunitarias con dedicación exclusiva al recurso hídrico, como las APR o las juntas de vigilancia de ríos y esteros.
Hace un año, comentábamos que poco vale que en mi casa implemente medidas para cuidar el agua si mis vecinos no lo hacen. Mantenemos esta convición desde la lógica de que juntos somos más.
Nuestra experiencia trabajando con empresas en temas relacionados con el agua nos dice que el problema es evidente y que existen diversas iniciativas desde el Estado, las empresas y la sociedad civil para abordarlo. El problema no es que nadie haga nada, el problema se que lo hacen de forma aislada. El desafío es a romper la logica individualista para antender un problema global y muti sistemico. Es juntos o no vale.
Columna de Diego Aravena y Enrique Rosselot