8 Septiembre 2022

Oportunidades

El Mercurio

El plebiscito de salida del proceso constituyente no dejó a nadie indiferente; la contundencia de los resultados exacerbó nuestras emociones, ya sea en términos negativos o positivos. No hay término medio, porque la elección era binaria y el motivo era demasiado importante para el país. Tanto así, que provocó un reordenamiento político al interior del Gobierno y restituyó el rol de la oposición a partir de sus méritos y convicciones. De esta manera, se vio fortalecida por el resultado electoral, siendo enriquecida a lo largo del proceso por la compañía que le brindaron actores políticos incómodos con el Apruebo.

La cercanía que se ha generado entre los partidos de derecha, excluyendo al Partido Republicano, con sectores que tradicionalmente se han identificado con el centro o la centroizquierda, es una oportunidad única y, a mi parecer, irrepetible. Una oportunidad para reivindicar la importancia de la gestión y la factibilidad del discurso político; una oportunidad para volver a hablar en fácil y conectarse con los problemas cotidianos de las personas. Mismos problemas que fueron expresados en octubre de 2019 y que después de casi tres años de deliberación política se encuentran en condiciones iguales o similares. No hay que ser experto para comprender que la grandilocuencia ideológica expresada en el debate constitucional no tiene un correlato práctico ni efectivo respecto de cómo implementar medidas concretas que contribuyan a mejorar la calidad de vida de las personas.

Declaraciones que no son susceptibles de financiamiento son percibidas como hipócritas y engañosas, al querer generar una realidad que, en la práctica, no existe. Chile no tendrá un Estado social de derechos sin una estrategia de financiamiento sostenible en el tiempo; tampoco seremos plurinacionales si no somos capaces de gobernar todos los territorios por igual; el proyecto feminista quedará inconcluso si las mujeres no logran acceder a mejores puestos de trabajo y remuneraciones, y no habrá ecologismo sin desarrollo industrial.

Puede que el debate en torno a estas tensiones sea relativamente nuevo para la ciudadanía, pero no lo es para las empresas, sean micro, pequeñas, medianas o grandes. El sector empresarial enfrenta estos desafíos hace mucho tiempo, y si bien es cierto que no los ha resuelto, sí es efectivo que los está abordando y cuenta con aprendizajes significativos a su favor. Aprendizajes que podrían enriquecer el discurso político y fortalecer el compromiso con la gestión e implementación de las promesas realizadas. Otra oportunidad para reconciliar posturas y actores que le suman al país.

Columna de Elisa Giesen publicada en El Mercurio