11 Enero 2021

Una cultura organizacional basada en valores: de declaraciones de buena voluntad a conductas (y recompensas) concretas

Valentía. Según la RAE, “Acción material o inmaterial esforzada y vigorosa que parece exceder a las fuerzas naturales”. La valentía es uno de los valores declarados en Gestión Social, consultora de sostenibilidad en la que trabajo hace tiempo, y creo que sería válido que alguien se preguntara si acaso están buscando reclutar superhéroes, pues ser valiente puede sobrepasar lo convencional, en otras palabras, implica un accionar extraordinario.

En general, las empresas declaran una serie de valores, principios desde donde deben actuar todos los colaboradores; sin embargo, más allá de estas declaraciones de buenas intenciones, el desafío está en llevar estos principios a la práctica del día a día entre compañeros de trabajo, con proveedores, en la relación con los clientes, y así.

Desde Gestión Social, buscamos estos aterrizajes de gestión sostenible, y justamente la valentía antes citada, se refiere a la fuerza, determinación y excelencia con la que buscamos alcanzar nuestro propósito de “cambiar a las organizaciones para cambiar el mundo”… lograrlo, sin duda, tiene algo de Mujer Maravilla o Superman, pero es el desafío e invitación que resuena de forma atractiva e inspiradora para todos aquellos que trabajamos asesorando y acompañando a empresas, organizaciones y entidades públicas en sus estrategias o iniciativas de sostenibilidad.

Algunos estudios incluso indican que el reconocimiento entre pares puede ser más valorado que cuando viene desde la jefatura, ya que los compañeros conocen mejor que nadie el esfuerzo y las dificultades asociadas a desarrollar las mismas tareas.

Teniendo bajadas adecuadas y pertinentes al trabajo, viene la pregunta respecto de cómo llevamos a la acción nuestra valentía, nuestro propósito y valores. Aquí es donde propongo dos aproximaciones. La primera implica instalar declaraciones formales en torno a las conductas esperadas para los distintos roles de la empresa, alineadas con los valores. En este sentido, es clave una evaluación de desempeño que operacionalice comportamientos concretos donde no quede a la libre interpretación saber si estoy o no trabajando con valentía. Al mismo tiempo, implica el desarrollo de incentivos y compensaciones alineadas a esta conducta guiada por los valores y propósitos de la organización (tal como dicen los gringos “pon tu dinero donde pones tus palabras”).

A partir de esta línea de acción, los pasos siguientes para asegurar la consistencia surgen desde distintas aristas, como podría ser un test al momento de seleccionar nuevos candidatos, para identificar la vivencia de conductas incluso antes de entrar a la compañía. Esto otorga una mayor relevancia a los valores al momento de conformar equipos y potenciar una base ya alineada con la cultura que se quiere promover.

Como segunda aproximación, sabiendo que no todos tenemos injerencia en diseñar el proceso de selección o los criterios para la evaluación de desempeño, pasamos al día a día. Es aquí donde puede darse un espacio más participativo, donde el elemento central sea el reconocimiento. Algunos estudios incluso indican que el reconocimiento entre pares puede ser más valorado que cuando viene desde la jefatura, ya que los compañeros conocen mejor que nadie el esfuerzo y las dificultades asociadas a desarrollar las mismas tareas. Y desde esta perspectiva, que no sólo reforcemos a quien le va mejor en el resultado de última línea, sino en la forma de llegar al resultado.

Me parece que en este punto tenemos un desafío importante, toda vez que la viveza del chileno y el llegar a la meta tomando el atajo se siguen destacando como algo creativo y ocurrente, trivializando la forma en que se logran los resultados. Por lo mismo, volvemos a la importancia de formalizar y concretar conductas que evidencien una cultura basada en valores que se visibilice en el trabajo cotidiano, con incentivos concretos de cumplimiento y jugándosela por que sean relevantes.

La Mujer Maravilla y Superman podían lograr muchas cosas solos, pero nunca tanto como la Liga de la Justicia. Se requieren esfuerzos colectivos si queremos efectivamente cambiar el mundo y a nuestras organizaciones.-

Columna por Constanza Fernández