La Unión Europea tiene más de 50 años. Surgió al término de la 2ª Guerra Mundial como una serie de acuerdos económicos que buscaban otorgar estabilidad a la región. Progresivamente se transformó en un pacto político y económico que ha permitido integrar a 28 países, abrir las fronteras y dar paso, a uno de los períodos de mayor bienestar en la historia de Europa.
Sin embargo, no es de convivencia fácil; equilibrar las relaciones entre potencias como Alemania, Reino Unido y Francia ha sido un desafío constante, sobre todo, por la reciente crisis migratoria -provocada por las guerras en Medio Oriente- que amenaza la capacidad de sus servicios sociales y pone en riesgo su seguridad.
Estos cuestionamientos surgieron con fuerza desde los británicos que el 23 de junio, decidieron abandonar la Unión Europea. Si bien fue una votación reñida, da cuenta del respaldo que sus ciudadanos le otorgaron a los argumentos que reivindicaban la soberanía y el poder de Reino Unido, junto a la necesidad de endurecer los controles migratorios, tener mayor libertad económica para establecer acuerdos con China, Estados Unidos y Rusia, y desmarcarse de las regulaciones europeas.
Las reacciones no se hicieron esperar; la libra cayó a sus niveles más bajos desde 1985, el Primer Ministro presentó su renuncia y Escocia, Gales e Irlanda del Norte están frustrados porque sí se sentían cómodos en la UE, pero dada su adherencia a Reino Unido, deberán dejarla. Junto con ello, se han registrado episodios racistas en las principales ciudades inglesas.
La Unión Europea se quebró. Así también, los principios que abogaban por equilibrar el poder, con la intención de que ninguna nación predomine por sobre otra. El miedo a la diversidad, el individualismo y la competencia, fueron más que la voluntad de colaborar y mantenerse unidos.