Por Juan Pedro Pinochet, presidente ejecutivo de Gestión Social
Por siglos en Chile hemos vivido “encerrados” debido al aislamiento de nuestras fronteras naturales. Pero la globalización llegó con lo bueno y con lo malo, obligándonos a repensar lo aprendido y a desafiar los sentidos comunes de lo que estábamos acostumbrados. Sin embargo, esa cosmovisión universal está en las raíces de nuestro territorio, principalmente en la etnias originarias. El tema está en empatizar con ella.
Así como el Banco Central cuando presenta los resultados del último IPOM reconoce y valora positivamente la llegada de inmigrantes, también deberíamos hacer lo mismo con respecto al mundo indígena.
Por ejemplo, en la cultura mapuche las palabras tienen un sentido más amplio y enriquecedor, y los sonidos que se articulan invitan al movimiento, con consecuencias mucho más lejanas de lo que podemos visibilizar. Es así como nos encontramos con “Ayun – amor”, que abarca tres nociones que le dan otra dimensión a la forma en cómo entendemos el entorno: la “belleza”, “un tipo especial de luz” y la “transparencia”. Cuando entendemos el amor desde esta visión, sin sinónimos, sino en la amplitud del concepto, hablamos de hacer amanecer el espíritu, contemplar la naturaleza y auto observarnos, para así abrirnos al otro.
Con esta visión de fondo, resulta complejo entender los caminos que llevaron al Gobierno a realizar la Consulta Indígena 2019, paso necesario que la OIT establece como obligatorio para sus pretensiones de modificar la actual Ley Indígena. Sin embargo, esos mismos caminos permiten entender la medida que tomó el nuevo Ministro de Desarrollo Social para suspender por 45 días el proceso y, eventualmente, cancelar por completo el proceso llevado a cabo, para iniciar uno nuevo.
La Consulta no ha estado exenta de polémicas por parte de diversas comunidades. Tras revisar las 11 medidas a consultar se evidencia precisamente la necesidad de más “Ayun”, donde la transparencia esté como base para construir el diálogo y donde la empatía por entender esta cosmovisión estén presentes.
En este sentido, es posible mirar la suspensión del proceso como una oportunidad, que permite repensar el proceso desde una nueva perspectiva, considerar instancias de diálogo efectivas y un periodo inicial de escucha, desde donde surjan las nuevas temáticas más urgentes de incluir.
Para sentarnos a conversar con quienes han estado en este territorio desde tiempo inmemoriales necesitamos entonces partir de un principio de horizontalidad, incorporando elementos del discurso de nuestro interlocutor como parte de la conversación, como sería, en este caso, la relevancia de la propiedad colectiva y la sensibilidad por el significado histórico de los territorios.
Solo así podremos sostener nuestra presencia en este mundo globalizado, rescatando y relevando nuestras raíces, a través de vínculos que integren lo que somos y lo que subyace a nuestra historia.